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jueves, mayo 21, 2009

CRÓNICA CANNES 5

Este puede ser el año Almodóvar

Hoy podemos hablar de uno de los grandes esperados: Pedro Almodóvar con Los abrazos rotos que se ha paseado con una Penélope Cruz griposa, muy confiado de tanto amor que le profesa Cannes. Una de las peculiaridades de su cine desde el comienzo es que ha sabido beber de los grandes cineastas sin caer en la burda imitación, ofreciéndoles homenajes honradamente, perfectamente perceptibles e intencionados y poniéndolos en contacto con realidades sociales. Como Brian De Palma, el manchego se halla prisionero de una serie de imágenes fílmicas que lo obsesionan y que tiene que integrar en sus ficciones. A su manera, como Tarantino, Godard y el propio De Palma, es un gran crítico de cine en imágenes. Esta virtud, junto a muchas otras –el manejo de los colores, las formas y la luz, su buen gusto para la selección de la música y, sobre todo, su talento como creador y narrador de tramas– han modelado su estilo, absolutamente característico y reconocible, casi tanto como su propia huella digital. Los abrazos rotos narra una historia de amor trunca, llena de entresijos y personajes que entran y salen de ella. Como hilo que guía a Teseo en el laberinto de Creta, el asunto es absolutamente conmovedor, pero se puede vislumbrar un segundo hilo, o mejor cordón umbilical, que alimenta todo el trayecto con su propia filmografía. Es imposible dejar de sonreír cuando aparecen alusiones explícitas a sus más famosas obras, con un toque de exageración, con una transformación sutil que lo cambia todo. Por otra parte, el colorido, mucho más oscuro, casi negro, y la luz decadente –incluso dentro de la misma secuencia se va atenuando– transmiten cierta serenidad, síntoma absoluto de madurez artística.La función de prensa de Los abrazos rotos fue un éxito: los críticos la aplaudieron y tuvo muy buenas reseñas, especialmente de los medios franceses y anglosajones. El director aún no ganó la Palma de Oro, que casi logra con Todo sobre mi madre; éste puede ser su año. En conferencia de prensa, anunció que rodará una historia sobre la Guerra Civil Española. “Es necesario –dijo– recuperar la memoria perdida, porque los fantasmas del pasado la van corrompiendo”. El film se basará en las memorias del poeta Marcos Ana, que luchó por la República y luego pasó más de veinte años en las cárceles de Franco.Regresa Marco Bellocchio con Vincere, la otra gran película de la competición. Si definimos el período Barroco como aquel que busca lo que se esconde, lo oscuro, lo tenebroso, tras la belleza de las formas perfectas y armónicas del Renacimiento, debemos hablar de cine barroco para definir la obra de varios cineastas europeos, como Manoel de Oliveira o Francisco Regueiro (en su fase más oscura, la de Diario de invierno, Madregilda). Y, por supuesto, Bellocchio. La historia que narra en Vincere es enrevesada por la naturaleza de los suburbios que esconde el poder fascista de Mussolini: ese capaz de esconder hechos fehacientes –tanto como una esposa (Giovanna Mezzogiorno) y un hijo (Fausto Russo Alesi)– y, lo que es peor, capaz de conseguir que jamás hayan sucedido.Pero son la forma y la esencia de la trama los elementos barroquizantes. La oscuridad de los fondos irreales, que recuerdan a escenarios del teatro creados con todo detalle; la incrustación de imágenes de archivo, contrastando su formato con el de la filmación; los rótulos propagandísticos, las elipsis temporales como saltos mortales en el vacío son los elementos que consiguen crear una angustia tan densa que roza lo grotesco. En cuanto a la trama, los elementos aledaños, como la desmitificación del futurismo (movimiento del arte vanguardista) expuesto como motor de los jóvenes fascistas, ridiculizan a el grueso de la sociedad que describe. Dicho sea de paso, es un mérito añadido en el film de Bellocchio el hecho de que sea capaz de resistir la tentación de hablar del fascismo sin necesidad de subrayar la fuerza física de los cuerpos de sus personajes ni de hacerla un leitmotiv para moverse cómodo en una amoralidad violenta de los mismos (elemento que toman como razón de ser de sus personajes otros cineastas de esta edición Park-Chan Wook, con Bakjwi).En la Quincena de RealizadoresPor ese pequeño paraíso del festival llamado La Quincena de Realizadores pasó el coreano Hong Sang-soo (abonado al Bafici, autor de La mujer en la playa y La mujer es el porvenir del hombre). El nombre de su obra nos adelanta mucho sobre el caos etílico y desternillante por el que hace pasar al espectador durante poco más de dos horas. Una posible traducción castellana: “Como si te acordaras de todo”. Con esta frase, Sang-soo narra las venturas y desventuras de un joven y apocado director de cine que es invitado como jurado a varios festivales, a lo largo y ancho del mundo. Sin buscarlo ávidamente, pero haciendo muy poco por evitarlo, siempre acaba alguna noche con una intoxicación etílica de padre y muy señor mío. Las consecuencias de estas noches acostumbran ser nefastas, pero el espectador, como le sucede al protagonista, desconoce el motivo exacto que les llevó (a ambos) a esa situación. El cineasta coreano reagudiza su estilo con el uso del zoom, con escenas que comienzan con el desconcierto del primer plano de un detalle ajeno a la trama, hasta que, ampliando el campo de visión, todo empieza de nuevo a cobrar sentido. Así crea un ritmo muy particular, que, en este caso, es paralelo a las vivencias del propio protagonista.

ÁLVARO ARROBA

(Originalmente publicado en la Crítica de la Argentina)