jueves, noviembre 06, 2008
BATTLE AT KRUGER Y EL PLANO SECUENCIA
Battle at Kruger ha sido uno de los vídeos más visitados en la historia de la página web YouTube, con más de 16 millones de visitas y más de catorce mil comentarios hasta el momento. Aunque se trata de un video grabado en 2004 ha sido ahora cuando ha logrado su mayor visibilidad convirtiéndose en un fenómeno mediático con referencias incluso en periódicos como Time. Aparentemente podría parecer un simple vídeo casero de baja calidad sin más interés que el mostrar un enfrentamiento entre animales salvajes en África: una cría de búfalo es atacada por unos leones que, en su lucha por llevársela de la manada, la arrastrarán junto a un río donde aparecerá el siguiente protagonista, un cocodrilo que asimismo luchará contra los leones por llevarse la codiciada presa. Cuando los leones logran llevársela, inesperadamente regresará una manada de búfalos mayor que la anterior, dispuestos a presentar batalla a los leones. La cría finalmente saldrá viva de todo este embrollo.
Más allá del interés documental de la escena (nunca se había visto que unos búfalos regresen y planten cara a los leones como si fueran el séptimo caballería al rescate y hasta los corneen), lo apasionante de este plano secuencia de más de ocho minutos de duración (aunque antes hay un par de planos muy breves) reside en varios puntos. El primero de ellos es que dentro de un vídeo de tan escasa duración se condense una película en sí con todos los ingredientes necesarios para crear una estructura narrativa clásica: sus tres actos, sus puntos de giro (cambios dentro del relato que permiten pasar de uno a otro acto y que suponen giros importantes en la historia) y un clímax final, elementos todos ellos básicos para construir un guión de cine.
Primer acto: llegada de los búfalos y aparición de los leones, que agazapados esperarán el mejor momento pata atacar, llevándose a la presa más débil. Justo después llegará el primer punto de giro, que nos llevará hasta el segundo acto. Se trata de la sorpresiva entrada en escena del cocodrilo que quiere llevarse a la presa. Ya estamos de lleno en el segundo acto, que es la lucha entre fieras. Después vendrá el segundo punto de giro que nos llevará hasta el tercer acto: la entrada en escena de la manada de búfalos con cara de pocos amigos que se enfrentará a los leones. Justo antes de acabar la película llegamos al clímax final, cuando los búfalos logran rescatar milagrosamente sana y salvar a la cría.
Pero aparte de esa coincidencia estructural entre cómo se cuenta tradicionalmente una historia y estas imágenes “encontradas” en la sabana africana grabadas instintivamente por un video aficionado de un modo tosco pero acertado, lo más significativo de Battle at Kruger es el hecho de que la película funcione tan bien a nivel emocional y narrativo gracias a la utilización del plano secuencia. De este modo, sin fragmentación de planos, sin montaje en definitiva, no se rompe la continuidad de lo real. Si se hubiera “roto” el plano secuencia mediante el corte, nos hubiéramos alejado de ese cine realista, y de la potencialidad misma del cine como registrador de hechos e imágenes que pregonaba André Bazin, fundador de los Cahiers du cinéma. Bazin vio en su momento en la famosa escena de la caza de la foca del filme Nanook el esquimal (1922) de Flaherty un ejemplo de la capacidad del cine para filmar la realidad, al ser rodada en un único plano, ya que si se hubiera fragmentado la secuencia se hubiera falseado el momento, el instante único. Según Bazin, si el director hubiese optado por romper la unidad, hubiésemos entrado en el terreno de lo imaginario, de lo representado, igual que sucede hoy en día con la mayoría de documentales sobre animales, que han tomado las herramientas del cine de ficción (guión y montaje especialmente), para falsear lo documentado y hacer sentir al espectador las mismas emociones que se sienten cuando ve un filme de ficción al uso: montaje paralelo, aceleración de los planos según avanza la acción, etc. Rara vez se encuentra un plano secuencia en el que se produzcan acciones distintas sin servirse del montaje, que habitualmente se utiliza para “llevar” a los animales ante el espectador del modo en que el director del documental desea (algo a veces inevitable, por otra parte). Se reconstruyen escenas tomadas de la realidad para crear otra. Por eso llama especialmente la atención este video de YouTube, porque logra emocionar tanto por sus inesperados giros como por la unidad espacial y temporal que imprime la utilización del plano secuencia, y es justamente en este tiempo continuo donde podemos encontrar comportamientos tan inesperados como el de animales pacíficos que se vuelven agresivos. Todo lo que no ha conseguido filmar un documentalista lo ha logrado grabar aquí un videoaficionado.
(Originalmente publicado en el Culturas de La Vanguardia)
DANIEL V. VILLAMEDIANA
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9 comentarios:
Ya q estais metidos en harina podíais recuperar el artículo de la aburrimiento en el cine...
es justo lo que estaba pensando!!
Muy buen texto, pero sí que hay cortes en el vídeo!!
Esperamos el artículo del aburrimiento. Seguid dándonos buena carnaza para leer!
Es cierto que antes del plano secuencia hay un par de cortes previos, pero ya lo menciono en el artículo. Lo importante es el plano de ocho minutos. Y gracias por los comentarios!
Daniel
Claro que sí, era sólo por escribir el típico comentario picajoso de pacotilla. Ahora, a leer el aburrimiento.
Me preguntaba qué habría sido de Letras de Cine, y hasta ahora no doy con este blog. Un hallazgo muy agradable. Curioseando de arriba a abajo me encuentro este artículo en el que reverbera aquel famoso texto de Bazin sobre el montaje prohibido, y se me ocurre enseguida otra escena que se emparenta claramente con la que da pie a tu reflexión, en cuanto que condensa la emoción particular de una realidad que se despliega en un continuo -con una suerte de azarosa dramaturgia- y es registrada en un plano único, sin esos cortes que infieren representación y espectáculo. Se trata del primer fragmento de "FIVE", de Kiarostami. Ese plano único que muestra un trozo de madera a merced de las olas que se repliegan en la orilla, acaba redimensionado en relato cargado de emoción: enseguida, transcurridos unos segundos, el trozo de madera se constituye en personaje que se debate en la marea del destino. Más adelante, un punto de giro, al fragmentarse en dos. Uno de los fragmentos, más pequeño que el otro, adquiere cierta condición de precariedad o fragilidad, de dependencia, un rasgo filial. Dentro del mismo encuadre, los trozos se separan entre sí por los vaivenes de las olas, hasta el punto en que Kiarostami se ve obligado a elegir cuál de los dos fragmentos permanecerá dentro de los confines de la imagen, y cuál quedará suspendido en un fuera de campo. Lo inminente de la necesidad de esa elección llega a causar cierta ansiedad (quizá a condición de que a ese punto el espectador ya ha asumido el código del plano sin cortes), y cuando Kiarostami opta por acompañar el viaje del trozo pequeño, sentimos una extraña gratitud, y una emocionada conexión con la imagen, pues de alguna manera sentimos que de entre los dos fragmentos, es el pequeño el más vulnerable y el que más precisa de la compañía de nuestra mirada. Esto que digo es muy subjetivo, pero seguramente encontrará afinidades más o menos cercanas entre quienes han visto la película. La dicha final que supone el reencuentro de los dos trozos dentro del mismo encuadre supone un clímax inefable (más aún en tanto que sentimos o intuimos que Kiarostami no es artífice sino testigo de dicho giro; aunque con el viejo Abbas nunca se sabe... ni falta que hace) , y en su conjunto, esta pieza creo que ilustra muy bien la idea del montaje prohibido y la emoción del plano único. Imaginen una reconstrucción hipotética de esta pequeña odisea de los dos trozos de madera construída con planos y contraplanos, planos detalle alternados con planos contextualizadores, etc... Un disparate inerte.
Este post es largo de cojones e intempestivo, meses después de la publicación del artículo, pero da gusto encandilarse con estas reflexiones
Me preguntaba qué habría sido de Letras de Cine, y hasta ahora no doy con este blog. Un hallazgo muy agradable. Curioseando de arriba a abajo me encuentro este artículo en el que reverbera aquel famoso texto de Bazin sobre el montaje prohibido, y se me ocurre enseguida otra escena que se emparenta claramente con la que da pie a tu reflexión, en cuanto que condensa la emoción particular de una realidad que se despliega en un continuo -con una suerte de azarosa dramaturgia- y es registrada en un plano único, sin esos cortes que infieren representación y espectáculo. Se trata del primer fragmento de "FIVE", de Kiarostami. Ese plano único que muestra un trozo de madera a merced de las olas que se repliegan en la orilla, acaba redimensionado en relato cargado de emoción: enseguida, transcurridos unos segundos, el trozo de madera se constituye en personaje que se debate en la marea del destino. Más adelante, un punto de giro, al fragmentarse en dos. Uno de los fragmentos, más pequeño que el otro, adquiere cierta condición de precariedad o fragilidad, de dependencia, un rasgo filial. Dentro del mismo encuadre, los trozos se separan entre sí por los vaivenes de las olas, hasta el punto en que Kiarostami se ve obligado a elegir cuál de los dos fragmentos permanecerá dentro de los confines de la imagen, y cuál quedará suspendido en un fuera de campo. Lo inminente de la necesidad de esa elección llega a causar cierta ansiedad (quizá a condición de que a ese punto el espectador ya ha asumido el código del plano sin cortes), y cuando Kiarostami opta por acompañar el viaje del trozo pequeño, sentimos una extraña gratitud, y una emocionada conexión con la imagen, pues de alguna manera sentimos que de entre los dos fragmentos, es el pequeño el más vulnerable y el que más precisa de la compañía de nuestra mirada. Esto que digo es muy subjetivo, pero seguramente encontrará afinidades más o menos cercanas entre quienes han visto la película. La dicha final que supone el reencuentro de los dos trozos dentro del mismo encuadre supone un clímax inefable (más aún en tanto que sentimos o intuimos que Kiarostami no es artífice sino testigo de dicho giro; aunque con el viejo Abbas nunca se sabe... ni falta que hace) , y en su conjunto, esta pieza creo que ilustra muy bien la idea del montaje prohibido y la emoción del plano único. Imaginen una reconstrucción hipotética de esta pequeña odisea de los dos trozos de madera construída con planos y contraplanos, planos detalle alternados con planos contextualizadores, etc... Un disparate inerte.
Este post es largo de cojones e intempestivo, meses después de la publicación del artículo, pero da gusto encandilarse con estas reflexiones
No es que sea una casualidad la estructura dramatica en este video, mas bien al contrario. Esa estructura, esa historia, accion reaccion, conflicto, desenlace, etc es la que precisamente le ha dado el exito al video. Al fin y al cabo asi es como vemos el mundo los humanos, si no hay drama, no hay nada, no nos interesa.
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