TRUE LOVECRAFT
Si de algo se ha hablado desde la
emisión de la primera temporada de True Detective en la HBO hasta el inicio de su segunda temporada, ha sido sobre las
influencias literarias y filosóficas en las que Nic Pizzolato se inspiró para
escribir el guión de esta serie de culto “instantáneo”. Desde Nietzsche, Emil Cioran,
Arthur Machen, Alan Moore, Thomas Ligotti y Roberto Bolaño, hasta Robert W.
Chambers y H.P. Lovecraft, se han podido escuchar todo tipo de reflexiones más
o menos vagas acerca de las tenebrosas, oscuras y esotéricas raíces de esta
obra protagonizada por Woody Harrelson y Mathew MacConaughey. Sin embargo, lo
que quizá sí tienen todas estas referencias en común, es que cada uno de estos
autores ha reflexionado en alguna de sus obras acerca de la idea del mal y su
relación con el hombre, sin duda el tema principal de True Detective.
De
lo que no hay duda, como ahora veremos, es que entre todos estos autores
mencionados, quizá los más cercanos al espíritu o a la esencia de la serie -no
tanto a la forma, finalmente un thriller con asesino en serie de por medio-,
son Chambers y Lovecraft. Del primero, la serie ha tomado la figura de “El Rey
Amarillo” y la misteriosa ciudad de Carcosa, que aparecen en el ahora famoso libro
de cuentos “The King in Yellow” (1895). En esta obra encontramos historias como
“El reparador de reputaciones”, donde un personaje desquiciado pretende ser
investido con la corona del rey amarillo y está bajo las órdenes de un oscuro
personaje de aspecto deforme, llamado Wilde, que trabaja en las sombras para llevar
a cabo una especie conspiración mundial. También, en otros cuentos de esta obra,
“El rey amarillo” es un libro que vuelve locos a los que le han leído, del
mismo modo que luego sucedería a aquellos personajes de Lovecraft que leyesen “el
Necronomicón”, libro inventado por él. Otro elemento común con la serie es la
mencionada ciudad de Carcosa, una ciudad de muertos en el libro de Chambers,
que en True Detective se transforma en
un lugar donde se cometen diversos y horribles cultos de carácter pagano y
ancestral. Carcosa, es así un sitio al que únicamente los adeptos a esa secta
del mal liderados en la serie norteamericana justamente por “El rey amarillo”,
logran acceder, y en el que se cometen toda clase de brutalidades sin nombre.
En Chambers, Pizzolato, y en Lovecraft (quien también tomaría la idea de esa
ciudad desaparecida, en este caso llamada R’leyh, como luego comentaremos),
Carcosa es un espacio casi metafísico, que parece estar y no estar en este
mundo. Siempre da la sensación de que se encuentra cerca, y aunque los investigadores
de True Detective escuchan historias
o más bien leyendas sobre ella, nunca dan con su ubicación.
A parte de
estas similitudes entre Chambers y la serie de Pizzolato, hay una esencia, un
concepto sobre el mal como algo absoluto, cósmico -no moral-, que encontramos
especialmente desarrollado en la obra de Lovecraft y concretamente en su cuento
titulado “La llamada Chtulhu” (1926). En esta historia, el protagonista trata
de indagar sobre la muerte de su tío, profesor de lenguas semíticas y, a medida
que avanza en su investigación, se irá encontrando con cultos satánicos, asesinatos
rituales, que recuerdan a los aparecidos en la serie, y que justamente,
transcurren en el estado de Louisiana, en cuyas ciénagas y bosques se celebran
antiguos ritos, sacrificios humanos, en los que se mezcla el vudú con el culto
a este ser llamado Cthulhu, cuya simple existencia hace que las muertes
rituales parezcan una simple anécdota frente a los horrores que les esperan a
los hombres si despierta este ser. Chutlhu es una especie de dios o de sumo
sacerdote -clave en la mitología que creó el autor de “Los que vigilan desde el
tiempo”-, de los llamados dioses exteriores, siempre esperando para destruir
nuestro mundo.
Igual
que el protagonista del cuento de Lovecraft, en True Detective Rustin Cohle es alguien que viene de la locura;
alguien que ya ha visto el horror, no se si sabe si por que ha leído uno de
esos libros terribles, o porque efectivamente ha sido “Un habitante de Carcosa”
(como en el cuento de Chambers) o si estuvo en R’leyh, la ciudad donde habita
Cthulhu. Lo cierto que es su rostro demacrado, mirada alucinada, su visión
pesimista del mundo, y su cercanía con la locura, hace que se parezca
prácticamente a cualquiera de los personajes concebidos por Lovecraft. También
es un hombre asolado por las visiones que le permiten descubrir esas otras
dimensiones paralelas en las que se ocultan los dioses lovecratianos. Quizá, el
momento más relevante en este sentido, se encuentre al final de la serie,
cuando Cohle ve antes de cazar al asesino cómo se abre ante sus ojos una
especie de túnel interdimensional, igual que si se encontrara frente a una de
esas puertas que pueden permitir la entrada de esos dioses exteriores.
También, la
relación entre el horror y lo acuático está presente en True Detective. En la obra del autor americano (reverenciado por
directores como Guillermo del Toro, Frank Darabont, o John Carpenter -este
último es el que mejor ha adaptado al Lovecraft en “In the mouth of Madness”,
1995) las criaturas más temibles son aquellas que surgen de las profundidades,
de los océanos o de los pantanos; seres mezcla de cefalópodos con humanos,
criaturas nauseabundas, cuya sola visión ya provoca la locura. En la serie de
Pizzolato, aparte de estar situada en el mismo estado que el cuento mencionado,
son habituales los paisajes marcados por esas aguas insoldables y tenebrosas. E
incluso hay una referencia directa al propio Chtulhu -habitualmente
representado por tener una cabeza llena de tentáculos-, en la descripción de un
niño que dice haber visto al “hombre espagueti”, y cuyo dibujo aparece en el
cuaderno de Rustin. En “La llamada de Cthulhu”, la ciudad R’leyh se encuentra además
bajo las aguas y es donde mora el gran dios, grande como una montaña, a la
espera de despertar y acabar con el mundo (de una vez por todas, que dirían los
lectores de Lovecraft, ¡pues esta amenaza parce no cumplirse nunca del todo!).
Incluso en los títulos de crédito de la serie, podemos ver una serie de
imágenes sumidas en espacios acuáticos, especialmente una del cuerpo de una
mujer por el que flotan medusas. Así, las aguas pantanosas, son también un espacio
donde se ocultan algunos de esos horrores.
Sin
embargo, el aspecto más relevante entre Lovecraft y True Detective, es la idea de que el mal no es algo que únicamente
proceda de los hombres, sino que forma parte del propio territorio, dando la
impresión de que ese mal, en realidad, siempre ha habitado allí, incluso antes
de la llegada del hombre. En Lovecraft -principal artífice del llamado “Horror
cósmico”-, su idea del mal está lejos de las concepciones cristianas o incluso
zoroástricas de la lucha del bien contra su opuesto. Su idea es mucho más
compleja y devastadora. Ese mal es el origen del mundo, y siempre amenaza con
regresar. Entretanto, una serie de personajes siniestros -también poderosos- le
rinden culto. El hombre, en su pequeño planeta, es casi visto como una minucia
que vive por suerte ignorante de esta realidad, ya que la consciencia de este
horror, siempre lleva a los personajes de Lovecraft a la enajenación.
Un mal
preexistente al hombre, consustancial al cosmos y, por lo tanto, imposible de derrotar.
El ser humano se convierte así en una víctima, en alguien impotente, que sabe que
aunque encuentre a un asesino o al mismísimo rey amarillo -en el caso de True detective-, ese mal seguirá
habitando allí, entre las ciénagas, bajo los océanos, o en el espacio exterior.
Ese mal que Rustin ha mirado directamente a los ojos.
Daniel V. Villamediana
(Publicado originalmente en la revista SO FILM)
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