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jueves, octubre 02, 2008

NICE: À PROPOS DE JEAN VIGO. La forma como gozo




Nice: À propos de Jean Vigo, realizada por Manoel de Oliveira en 1983, es un paseo cinematográfico por la ciudad de Niza que trata de emular con estilo propio otro paseo cinematográfico pretérito, el que realizó Jean Vigo en 1930. Pero no se trata simplemente de un trabajo que pretende encontrar las huellas del trabajo antecesor (À propos de Nice) -a pesar de que en varios momentos recorra los mismos lugares en los que filmó Jean Vigo-, sino de una película que vaga de forma independiente por una ciudad cuyo único “interés” para Oliveira reside en que allí filmó Jean Vigo. No hay una necesidad real por describir la belleza de la ciudad, ni siquiera parece que le despierten especial interés sus calles o sus gentes. Al contrario. Y es aquí donde surge el milagro que logra Oliveira en Nice: À propos de Jean Vigo, el milagro del estilo. Extraer belleza de donde aparentemente no la hay. En pocas obras de la filmografía de Manoel de Oliveira encontramos unos movimientos de cámara tan expresivos y bellos como los realizados para este proyecto. Hay una absoluta libertad en las formas, pero también una búsqueda de goce estético que se olvida en cierto modo del motivo originario del filme -y de la ciudad-. Esos travellings de avance y retroceso, esas panorámicas de 360º, esa cámara que recoge unos ascensores de un hotel que suben y bajan acordes con el ritmo de la música orquestada que escuchamos de fondo, logran que este trabajo de Oliveira se convierta en un espacio de virtuosismo en el que la ciudad de Niza es un simple decorado donde la cámara experimenta y disfruta de su propio movimiento. La cámara cómo maquina que se desliza de un modo poderoso y autónomo, que fluye sobre el suelo de Niza con precisión y, al mismo tiempo, con libertad, con rigor y, al mismo tiempo, con una viveza inusitada.

Pero también habla esa cámara de la vacuidad del propio lugar, de la superficialidad, algo que pone la cinta de Oliveira en relación con el trabajo de Vigo, con el que entabla un diálogo mediante el montaje, intercalando imágenes de la película originaria. Una conversación que, más que hablar simplemente del paso del tiempo (lo que ya no está, lo que permanece y lo que se ha transformado), permite comprobar que la ciudad sigue manteniendo el mismo espíritu, quizá todavía más avejentado, de laxitud y anquilosamiento. Entretanto, Oliveira sigue su propia senda, que es hallar otro punto de conexión entre él y la ciudad. Busca y entrevista a los portugueses que allí residen, una deriva narrativa con la que pretende hacer más suyo un territorio que le resulta ajeno. Busca lo humano, lo individual, a través de sus compatriotas, mientras que a los auténticos indígenas de Niza y a los turistas los retrata como grupo, como elementos vivos que se cruzan con su cámara y dan movimiento y sentido a su decorado.



Nice: À propos de Jean Vigo, por su capacidad para liberarse de las ataduras del contenido y trabajar -y desarrollar- con pasión la forma en sí misma, como espectáculo, tiene varios puntos en común con una obra mucho más contemporánea: Electroma (2006), dirigida por Thomas Bangalter y Guy-Manuel De Homem-Christopor -los componentes del grupo de música electrónica Daft Punk-. El filme de Oliveira y el de Daft Punk comparten una mirada de extrañeza ante el mundo, también la utilización de la música como un elemento omnipresente y que influye en los movimientos de la cámara, y, sobre todo, una búsqueda estético-musical como fin. La música y los travelling están unidos en ambas películas para el goce estético. La justificación está en el propio resultado, en la fuerza que surge entre la combinación de música y movimiento de cámara. Lo visual y lo sonoro se unen para alcanzar otro estadio de emociones. Pero no es que estos recursos sean en absoluto novedosos dentro del cine, sino que en estos dos casos nos encontramos ante películas que trabajan sin pudor la relación y fusión entre música e imagen sin más contenido que el que destila o sugiere el propio resultado estético.
Tanto en Electroma como en Nice: À propos de Jean Vigo (dejando de lado a los portugueses que retrata y a la hija de Jean Vigo, que integran la parte más puramente documental del filme) lo que realmente tiene vida son los movimientos de cámara. Es en este ámbito donde ambos filmes encuentran su sitio y su fin. El gozo visto como verdadero contenido. La forma produce gozo, y el gozo o el disfrute se convierten entonces en el argumento esencial.

Es ahí también donde Oliveira mejor conecta con el cine de Jean Vigo y exactamente con À propos de Nice, más allá de las lecturas de crítica social. Jean Vigo construye una obra con absoluta libertad e irreverencia (pienso en esos planos bajo las faldas, verdaderamente provocadores para la época, en los que el cineasta se recrea en la ralentización del movimiento, de modo que de divertidos pasan a ser obscenos; o en la comitiva del funeral, donde sucede justamente lo contrario, pues es vista a cámara rápida), experimentando con las formas que el nuevo medio le ofrece. Juega con la cámara para crear un espectáculo visual, en el que, mediante el montaje y los contrastes, busca nuevos significados a sus imágenes.

Pero el tema más sugerente que ofrecen los dos filmes de Oliveira y Vigo es plantear un cine que se impone a la realidad, que la absorbe. Un cine que no describe tanto lo real sino que lo utiliza para sus propios fines. Aun tratándose de dos películas de aspecto documental, nos hallamos ante dos obras que superan la idea de descripción para llegar a la de expresión. El cine como objeto de disfrute en sí mismo. La moral entonces de sus planos está en relación con la “eficacia” en la consecución de esa belleza (1), y no tanto en relación con el objetivo inicial (en el caso de Oliveira un homenaje y un reencuentro con Vigo y en el de Vigo una sarcástica visión del veraneo en Niza y el contraste entre las clases sociales que allí residen). Hablo de la moralidad de la forma en sí misma, más allá de su relación con el contenido. El juego, el sentido del humor, la originalidad, el estilo, son los elementos que hay que juzgar para tener una visión liberada y auténtica de estos filmes. Experiencias cinematográficas plenas y directamente emocionales.



DANIEL V. VILLAMEDIANA


[1] Si “fallase” la consecución de esa belleza, entonces podríamos hablar de obras inmorales por su falta de estética, por caer en lo vulgar o lo insulso o simplemente por ser de una fealdad carente de interés cinematográfico o artístico; una fealdad considerada como la evidencia de la incapacidad de un director para sacar partido estético a un objeto (lo cual no implica el esteticismo por el esteticismo, sino el saber encontrar la mirada adecuada a ese objeto, el sacarle el máximo partido en función del tipo de película que se esté realizando).


(Artículo orignalmente publicado en el libro colectivo "Elegías íntimas")

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